domingo, 5 de abril de 2015

Jairo Aníbal Niño / De las crónicas de la ciudad



Jairo Aníbal Niño

De las crónicas de la ciudad

El Señor Presidente, olisqueando su pañuelo empapado en agua de lavanda, se paseaba por el mercado público en cumplimiento de la promesa de su campaña electoral, de que cada ocho días se pondría en contacto con el pueblo. Saltó con agilidad un pequeño charco de agua podrida y se puso a estrechar manos sudorosas y de una aspereza de piedras de volcán. De pronto, se dio cuenta que su finísimo reloj de oro había desaparecido. Se empinó en la punta de sus zapatos de charol y vislumbró el correr desalado de un muchacho. Con todas las fuerzas de sus pulmones, gritó: ¡Al ladrón! ¡Al ladrón! ¡Agarren al ladrón! ¡Matén al ladrón!

Entonces la muchedumbre se abalanzó contra el ladrón.

Su guardia personal, sólo pudo rescatar un par de ensangrentados zapatos de charol.



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