lunes, 17 de septiembre de 2012

Slavomir Mrozek / Revolución


Ilustración de James Thurber

Slavomir Mrozek
REVOLUCIÓN

En mi habitación la cama estaba aquí, el armario allá y en medio la mesa. Hasta que esto me aburrió. Puse entonces la cama allá y el armario aquí. Durante un tiempo me sentí animado por la novedad. Pero el aburrimiento acabó por volver. Llegué a la conclusión de que el origen del aburrimiento era la mesa, o mejor dicho, su situación central e inmutable. Trasladé la mesa allá y la cama en medio. El resultado fue inconformista. La novedad volvió a animarme, y mientras duró me conformé con la incomodidad inconformista que había causado. Pues sucedió que no podía dormir con la cara vuelta a la pared, lo que siempre había sido mi posición preferida. Pero al cabo de cierto tiempo, la novedad dejó de ser tal y no quedó más que la incomodidad. Así que puse la cama aquí y el armario en medio. Esta vez el cambio fue radical. Ya que un armario en medio de una habitación es más que inconformista. Es vanguardista. Pero al cabo de cierto tiempo… Ah, si no fuera por “ese cierto tiempo”. Para ser breve, el armario en medio también dejó de parecerme algo nuevo y extraordinario. Era necesario llevar a cabo una ruptura, tomar una decisión terminante. Si dentro de unos límites determinados no es posible ningún cambio verdadero, entonces hay que traspasar dichos límites. Cuando el inconformismo no es suficiente, cuando la vanguardia es ineficaz, hay que hacer una revolución. Decidí dormir en el armario. Cualquiera que haya intentado dormir en un armario, de pie, sabrá que semejante incomodidad no permite dormir en absoluto, por no hablar de la hinchazón de pies y de los dolores de columna. Sí, esa era la decisión correcta. Un éxito, una victoria total. Ya que esta vez, “cierto tiempo” también se mostró impotente. Al cabo de cierto tiempo, pues, no sólo no llegué a acostumbrarme al cambio -es decir, el cambio seguía siendo un cambio-, sino que al contrario, cada vez era más consciente de ese cambio, pues el dolor aumentaba a medida que pasaba el tiempo. De modo que todo habría ido perfectamente a no ser por mi capacidad de resistencia física, que resultó tener sus límites. Una noche no aguanté más. Salí del armario y me metí en la cama. Dormí tres días y tres noches de un tirón. Después puse el armario junto a la pared y la mesa en medio, porque el armario en medio me molestaba. Ahora la cama está de nuevo aquí, el armario allá y la mesa en medio. Y cuando me consume el aburrimiento, recuerdo los tiempos en que fui revolucionario...





Slawomir Mrozek (1930) es un autor y dramaturgo polaco contemporáneo, (nacido en 1930 en Borzecin) que explora en sus obras el comportamiento humano, la alienación y el abuso de poder de los sistemas totalitarios. Ha alcanzado también una gran popularidad como dibujante de comics.
Comenzó su carrera en el periodismo, pero a fines de la década del 50 empezó a escribir obras de teatro. La primera de ellas, Policja la escribió en 1958. Entre los años 1963 y 1996 debió vivir fuera de Polonia (vivió en Italia, Francia y México) hasta que en 1997 volvió a su patria.
La obra de Mrozek se puede clasificar dentro del teatro del absurdo, ya que para conseguir el efecto deseado se vale de la distorsión de la realidad, la parodia de situaciones políticas e históricas y el humor. El gobierno de Francia distinguió su trayectoria como escritor en 2003, otorgándole el título de Caballero de la Legión de Honor.
   Mrozek también es autor de relatos breves, generalmente de tipo satírico y humorístico, reunidos en volúmenes como La Mosca, El árbol o El elefante, de reciente aparición. En sus relatos parodia la vida cotidiana de los polacos, retratando muchas veces con ironía la supuesta diferencia entre los mundos comunista y capitalista, sin adherirse a ninguno de los dos. Su eficacia satírica lo ha convertido en una figura venerada en su Polonia natal (así como en muchos otros países en los que su obra ha sido traducida).
   Con un humor punzante, cercano a veces al jocoso disparate, siempre finísimo y a veces definitivamente poético, Mrozek mantiene en el lector, viva y sin grandilocuencia, una sonrisa que estalla a menudo en franca carcajada, con la fuerza vital de la libertad.
Mariana, para Blog de libros. 23/07/2010

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